LOS CALABOZOS DE LAS CASAS CONSISTORIALES, ESPACIO DE MEMORIA

Que el espacio urbano no es inocente de participar en la historia que en él se produce es algo que ya sabemos, José Luis Oyón (1) explica muy bien cómo las ciudades, su urbanismo y los propios edificios son una más de las variables que se retroalimentan y modelan nuestra historia, como el cinturón rojinegro de Barcelona, cuna del radicalismo cenetista y el obrerismo de la periferia de Barcelona a principios del siglo XX. Que la memoria de los espacios no se deba perder es por tanto una necesidad para recuperar la dignidad de las personas que estuvieron ligadas a ellos y que concienzudamente se quiere enterrar.

Ayer se “alinearon los astros”, eso que pasa en contadas ocasiones, que no es fruto de la casualidad sino del trabajo silencioso, de la tenacidad de las personas, de la sensibilidad y los anhelos que muchos en secreto guardamos.

Negarse a traspasar el espacio testigo del sufrimiento de tus seres queridos es lo más natural.  El sótano de las Casas Consistoriales de Mazarrón, los muros, que para algunos son fríos y sin sentimientos, para Ana son la prueba del dolor de su infancia y adolescencia. Ana, hija de José Hernández Vivancos y de Josefa Sánchez García, que padeció el exilio interior, la represión de sus padres, y que un día, ya mayor, decidió volver a vivir en su Mazarrón natal, se prometió no entrar en ese espacio nunca más. Aún resuena en su memoria de niña las veces que su madre fue conducida a rastras por los falangistas a ese lugar de horror, donde fue rapada y obligada a beber aceite de ricino con la intención de que delatara el paradero de su marido. José, minero y dirigente de la CNT local, finalmente fue encarcelado y condenado a muerte, pena que posteriormente fue conmutada por prisión por uno de esos trucos del destino al hacerse pasar por practicante sanitario. Ya en 1949, cumplida la pena, toda la familia Hernández Sánchez se exilió en Anglès (Girona), una nueva mina donde enterrar el pasado de represión.

Pero en ocasiones, sin saber qué resortes lo mueven, damos el paso, y Ana entró ayer mismo en el espacio del recuerdo, la ocasión era propicia, Lola Navarro Morales, artista mazarronera, inauguró su exposición escultórica Maza-morras con el objetivo entre otros de dar la palabra al espacio de memoria de los calabozos, a dignificar a los que sufrieron injustamente. Y allí se encontraron las dos, el testimonio y la artista.

Maza-morras, en palabras de Lola, es una exposición que pretende favorecer la crítica de nuestro pasado reciente y que rinde homenaje a todas aquellas personas que fueron presas y castigadas de forma injusta. El espacio que la acoge evidentemente no deja indiferente, pues logra despertar emociones y reflexiones. Los calabozos de las casas Consistoriales de Mazarrón, en palabras de Ana, es el infierno de su memoria a la vez que la dignidad de su madre.

Que sean los calabozos de las Casas Consistoriales uno de los espacios candidatos a ser declarados espacios de memoria de Mazarrón no es gratuito. El catálogo de espacios de memoria de la Región de Murcia, que hace un tiempo se intentó gestar y que posiblemente ahora tendrá que esperar, lo recogerá sin duda junto a otros del municipio cuando vea, seguro, la luz.

Y para entender el porqué basta conocer a Ana y visitar la exposición de Lola.

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(1) Gallardo Romero, J.J.; Oyón, J.L. (2005) "El cinturón rojinegro. Radicalismo cenetista y obrerismo en la periferia de barcelona (1918-1939). barcelona. Editorial Carena.